Ignacio Andrade |
En
su carrera política fue senador y presidente del
estado Falcón, ejerció los cargos de gobernador del Distrito Federal, ministro
de Instrucción Pública, diputado y presidente del Gran Estado Miranda, ministro
de Obras Públicas. Pero pese a su extensa carrera política y su impecable
educación, nunca llegó a obtener el liderazgo y preeminencia política de
personajes como Joaquín Crespo y José Manuel Hernández, hecho éste que se
evidenció en la cantidad de conjuras y movimientos insurreccionales que tuvo
que afrontar en su rol de Presidente de la República.
En las elecciones presidenciales del 1 de septiembre de 1897, Andrade
obtuvo 406.610 votos contra el favorito de la oposición, el general José Manuel
Hernández, conocido como el Mocho, quien sólo consiguió 2.203 en unos comicios
tildados de fraudulentos. En consecuencia, el triunfo electoral de Andrade se
produjo dentro de un clima político de crispación, el cual desembocó en el
movimiento insurreccional liderado por el Mocho Hernández, conocido como La Revolución de Queipa.
Durante el desarrollo de las
acciones bélicas que comenzaron el 23 de febrero de 1898 y se extendieron hasta
el 12 de junio del mismo año, se produjo un suceso inesperado que afectó de
manera negativa a la correlación de fuerzas que rodeaban a Andrade, la muerte
de Joaquín Crespo. En efecto, como consecuencia de la desaparición del
escenario político de Crespo tras su deceso en la Mata Carmelera, el
16 de abril de 1898, una gran cantidad de caudillos vieron despejado el camino
hacia el poder, incluyendo al propio general Ramón Guerra, quien en su cargo de
Ministro de Guerra había capturado al Mocho Hernández, y luego se alzó en
contra del gobierno de Ignacio Andrade.
Andrade fue derrocado el 19 de octubre de 1899 por Cipriano
Castro y la
Revolución Restauradora, la cual triunfó sin que las fuerzas
gubernamentales hicieran un mayor esfuerzo por detenerlas. Una vez fuera del
poder, Ignacio Andrade salió exiliado hacia Puerto Rico. En 1903, fue amnistiado
y sirvió al régimen de Juan Vicente Gómez, quien paradójicamente había formado
parte del movimiento revolucionario que lo expulsó del poder; desempeñándose
como ministro de Relaciones Exteriores y de Relaciones Interiores.
Había nacido en Mérida en 31 de julio de 1839.
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