Aquiles Nazoa |
Un día como hoy del año 1976, a los 55 años de edad, muere
en un accidente de tránsito, Aquiles Nazoa, escritor, periodista, poeta y humorista venezolano.
Había nacido en el barrio El Guarataro, de la ciudad
de Caracas, el 17 de mayo de 1920. Proveniente de una familia humilde, a los 12
años empieza
a trabajar para ayudar a su familia, completando su formación a través del
estudio autodidacta. Entre 1932-1934 se desempeñó en múltiples oficios tales
como aprendiz de carpintería, telefonista y botones del hotel Majestic de
Caracas y empleado de una bodega, hasta que en 1935 inicia laborea en el diario
El Universal, donde trabaja como empaquetador, luego pasa al archivo de
clisés y finalmente aprende tipografía y corrección de pruebas. Por este tiempo
aprendió a leer el francés y el inglés, lo que le permitió en 1938, obtener un
puesto como guía turística en el Museo de Bellas Artes. Durante este período
fue enviado como corresponsal de El
Universal a Puerto Cabello, donde colabora en el diario El Verbo Democrático. Un artículo suyo en el que critica la
indolencia de las autoridades locales en la erradicación de la malaria, le
acarrea una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello y su posterior
encarcelamiento en 1940.
De
regreso a Caracas, colabora en la revista Dominguito, fundada en febrero de 1958 y en marzo de 1959, crea junto a su hermano
Aníbal la publicación humorística, Una señora en apuros, de la que solo
salen unos pocos números. Una situación similar aconteció con El fósforo, aparecido en
noviembre de 1960, en el cual su nombre encabezaba la lista de los editores; en
definitiva tanto ésta última revista como Dominguito
fueron clausuradas por las autoridades a fines de 1960.
Cuatro años después de su muerte, en
su memoria se creó, por proposición de Pedro León Zapata, la cátedra libre de
humorismo «Aquiles Nazoa», inaugurada el 11 de marzo de 1980, acercándonos con ello a la memoria de los mejores humoristas de un país donde el humor va unido a lo circunstancial. Nazoa, fue, es y será uno de los autores más representativos de la cultura popular venezolana.
De
sus obras, se pueden mencionar: “Caperucita roja criolla” (1955); “Poesía para
colorear” (1958); “El burro flautista” (1958); “Los dibujos de Leo” (1959); “Caballo
de manteca” (1960); “Los poemas” (1961); “Cuba de Martí a Fidel Castro” (1961);
“Mientras el palo va y viene” (1962); “Poesías costumbristas, humorísticas y
festivas” (1963); “Pan y circo” (1965); “Los humoristas de Caracas” (1966); “Caracas
física y espiritual” (1967); “Historia de la música contada por un oyente”
(1968); “Humor y Amor” (1970), uno de los libros más populares de Venezuela; “Retrato hablado
de matapalo” (1970); “Venezuela suya” (1971); “Los sin cuenta usos de la
electricidad” (1973); “Gusto y regusto de la cocina venezolana” (1973); “Vida
privada de las muñecas de trapo” (1975); “Genial e Ingenioso: La obra literaria
y gráfica del gran artista caraqueño Leoncio Martínez”
(1976), entre otras. No puede dejar de mencionarse el “Credo”, cuyo texto es el
siguiente:
Credo de Aquiles Nazoa
Creo en Pablo Picasso todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra.
Creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y los
ratones, que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo, pero que cada
día resucita en el corazón de los hombres.
Creo en el amor y en el arte, como vías hacia el
disfrute de la vida perdurable.
Creo en los grillos que pueblan la noche de mágicos
cristales.
Creo en el amolador que vive de fabricar estrellas
con su rueda maravillosa.
Creo en la cualidad aérea del hombre configurado en
el recuerdo de Ysadora Duncan, abatiéndose como una purísima paloma herida,
bajo el cielo del mediterráneo.
Creo en la fábula de Orfeo.
Creo en las monedas de chocolate que atesoro bajo
la almohada de mi niñez.
Creo en el sortilegio de la música, yo que en las
horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré, salir liberada y
radiante a la dulce Eurídice del infierno de mi alma.
Creo en Rainer Marie Rilke, héroe de la lucha del
hombre por la belleza, que sacrificó su vida al acto de cortar una rosa por una
mujer.
Creo en las rosas que brotaron del cadáver
adolescente de Ofelia.
Creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al
mar.
Creo en un barco esbelto y distantísimo que salió
hace un siglo al encuentro de la aurora; su capitán Lord Byron, al cinto la
espada de los arcángeles y junto a sus sienes el resplandor de las estrellas.
Creo en el perro de Ulises y en el gato risueño de
Alicia en el País de las Maravillas, en el loro de Robinson Crusoe, en los
ratoncitos que tiran del carro de la Cenicienta; en Beralfiro el caballo de
Rolando y en las abejas que labraron su colmena en el corazón de Martín
Tinajero.
Creo en la amistad como el invento más bello del
hombre.
Creo en los poderes creadores del pueblo.
Creo en la poesía.
Y creo en mi mismo, puesto que sé que alguien me ama!
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